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martes, 29 de marzo de 2011

Zurbarán y la escuela sevillana


Aparte de en Sevilla trabaja en Madrid, ya que gracias a la protección del Conde Duque de Olivares es llamado para decorar el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro. Pinta varios cuadros no muy conseguidos y vuelve a Andalucía.
Sus principales clientes fueron conventos. Se le considera pintor de monjes.
De composiciones sencillas sin dramatismos, sin diagonales ni escorzos. Equilibra masas y vacíos reduciendo las formas a su esencia geométrica: cilindros, esferas, conos...
Realiza también bodegones que se  disponen de manera ordenada, con limpios perfiles y plasmando los valores táctiles. A destacar  su Santa Casilda en el museo del Prado.

San Hugo en el refectorio de los cartujos.
ZURBARÁN (1633)
Óleo sobre lienzo 1,02 x 1,68 m
Sevilla. Museo Bellas Artes
Fue realizado para la cartuja de las Cuevas en Sevilla.
Es la representación del refectorio con los monjes detrás de la mesa y en la pared del fondo, un cuadro.
En la mesa hay jarras, escudillas, de cerámica, pan…un auténtico bodegón.
La escena refleja un milagro acontecido a San Bruno, fundador de los cartujos, y a los  primeros monjes de la Orden, quienes comían gracias a la generosidad de San Hugo, obispo de Grenoble. Un domingo les envió carne, alimento al que no estaban acostumbrados, lo que provocó una discusión sobre la conveniencia de practicar la abstinencia. Mientras discutían quedaron sumidos en un profundo sueño que duró toda la Cuaresma. El miércoles Santo, San Hugo, que había estado ausente, fue a verlos y los sorprendió despertándose, comprobando que no tenían noción del tiempo transcurrido. Entonces miró a los platos y vio que la carne se convertía en ceniza, interpretándolo como aprobación divina de la abstinencia. El cuadro del fondo corrobora el mensaje, La Virgen con el Niño y a la derecha San Juan, símbolo de austeridad y penitencia.
Aparecen en la imagen las famosas cerámicas blancas y azules de Talavera, con los escudos del obispo y la Orden.
La composición es sencilla, un tanto rígida con perspectiva forzada: es una caja que se rompe por la derecha con una puerta.
Las figuras de los frailes destacan sus valores escultóricos  al recortarse nítidamente sobre el fondo.
Los colores en la gama de grises, ocres y sobre todo los blancos de los hábitos,  color en el cual se dice que llega a manejar hasta 100 tonos diferentes. Los pliegues geometrizados reflejan, bien el grosor, o finura de los paños, en caso de San Hugo. La luz, que viene de un lado, modela las figuras.
Los rostros de los monjes son retratos, están individualizados                                          
El conjunto resulta quieto y misterioso a la vez, capta el misticismo monástico, la sobriedad y la austeridad de los conventos.

Bodegón
ZURBARÁN s XVII
Lienzo 46x84 cm
Museo del Prado.
Se llaman "Bodegones" los cuadros que representan objetos de la realidad inmediata que acompañan la vida de las gentes, piezas de pequeña importancia a las que el pintor dedica tanta atención e interés como a los grandes temas de la pintura. Aunque el bodegón o naturaleza muerta ya existía en el mundo clásico (muestras en Pompeya), es a partir del s XVI cuando se extiende. Estos temas fueron muy queridos por los pintores del Barroco, en muchos casos los utilizaban como práctica para poder captar las texturas de los diferentes objetos expuestos a la luz, realismo tan de moda en el barroco. También siendo en general cuadros de pequeño formato se ponen de moda par adornar pequeñas salas de la vida doméstica. Este tipo de pintura tenía menos prestigio que la pintura de figuras.
 Zurbarán ofrece en el Bodegón la más absoluta sencillez y la veracidad más asombrosa.
Una copa de bronce sobre una bandeja plateada, una vasija de barro blanco y una de barro rojo, y una cantarilla también blanca sobre bandeja de plata, se ofrecen sencillamente alineadas sobre una tabla
La organización y disposición de los "cacharros" representados no puede ser más simple. Los cuatro Cacharros en un mismo plano, la balda, tratados como elementos autónomos, sin relación. Incluso la luz que da al vaso de bronce parece que viene de dirección diferente.
El foco de luz recorta las figuras sobre un fondo oscuro, con la típica técnica tenebrista barroca.Y es también con los efectos de luz sobre el metal y el barro como representa las diferentes texturas y esos volúmenes tan reales y limpios.
En conjunto sensación de austeridad, orden, serenidad y limpieza.




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