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martes, 7 de febrero de 2012

Entrega de las llaves a San Pedro - Perugino


Perugino:
Entrega de las llaves a San Pedro (1481)
Fresco. 3,3 x 5,5 m.


Una de las pinturas al fresco en el muro inferior de la  Capilla Sixtina. Vaticano.   
En esta composición se sintetizan las  aportaciones renacentistas hasta el momento.
La técnica, al fresco, de tradición medieval en Italia y continuada en el Quattrocento.
Tema religioso, Cristo entrega las llaves de su Iglesia al apóstol Pedro que las recibe arrodillado. A ambos lados les sigue un séquito. Está representado con personajes  del presente ( también su autorretrato) como imponía la moda florentina, colocados en un grandiosa plaza embaldosada cuyas líneas de fuga llevan a la línea del horizonte con representaciones de arquitectura típicas de la Roma Antigua: dos arcos de triunfo y en el centro un edificio de planta centralizada.
La composición es equilibrada y simétrica. El acontecimiento central  se revela inmediatamente al espectador en la línea oblicua que forma Cristo con San Pedro arrodillado, acentuado con la llave en el mismo eje que el edificio de planta central del fondo.  Las figuras acompañantes se equilibran unas a otras sin rigidez. En esta composición se basaría su discípulo Rafael Sanzio para realizar los desposorios de la Virgen
Armonía en el color, sin estridencias, con predominio de los cálidos.
Luz diáfana, cenital que envuelve todo.
El espacio  es una plaza ideal según los principios urbanísticos renacentistas que en realidad no llegaron a aplicarse. Le sirve  para aplicar los principios de la perspectiva geométrica. Igualmente le da solemnidad a la composición, donde las figuras se mueven con elegancia.Tampoco son muy reales las figuras  de menor tamaño que, en líneas rectas y paralelas a la superficie van acentuando la fuga de las baldosas en esa plaza ideal, están más lejos,  pero  los contornos  no están difuminados, como ya lo hacía  Verrocchio, y luego lo perfeccionará Leonardo.  
 Según Vasari , Perugino, con ese sentimiento ideal de la realidad, dotó de  serenidad, candor poético y elegancia a sus figuras.
Perugino, de joven, trabaja con  Piero della Francesca en Umbría  y con  Verrocchio en Florencia. Estableció un taller en Perugia, de ahí el sobrenombre. En sus años juveniles, influido por della Francesca, sus obras tienen un acentuado sentido geométrico como  Las historias de San Bernardino,   pero pronto alcanza un estilo personal caracterizado por la armonía y dulzura de sus tipos y por su encanto poético, rostros dulces y lánguidos que se ven en las primeras obras de  Rafael, así como tipos y posturas elegantes. Por eso Perugino que según Vasari “era hombre de poca religión “se convirtió en uno de los más apreciados pintores de temas religiosos.
 El papado, desde finales del s XV quiere dar esplendor cultural y artístico a  Roma como  cuna de la cristiandad y llaman a los artistas más afamados de Italia. La fama del Perugino  llegó a tal extremo que fue llamado a Roma  por Sixto IV para decorar algunas de las paredes de la Capilla Sixtina, una de ellas la que nos ocupa. También había pinturas suyas en la pared del fondo de la misma capilla que Miguel Ángel tapó al pintar sobre ellas, unos cincuenta años más tarde, los frescos del Juicio Final  


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