Perugino:
Entrega
de las llaves a San Pedro (1481)
Fresco. 3,3 x 5,5 m.
Una de las pinturas al fresco en el muro inferior de la Capilla Sixtina. Vaticano.
En
esta composición se sintetizan las
aportaciones renacentistas hasta el momento.
La técnica, al fresco, de tradición medieval en Italia y
continuada en el Quattrocento.
Tema religioso, Cristo entrega las llaves de su Iglesia al apóstol Pedro que
las recibe arrodillado. A ambos lados les sigue un séquito. Está representado
con personajes del presente ( también su
autorretrato) como imponía la moda florentina, colocados en un grandiosa plaza
embaldosada cuyas líneas de fuga llevan a la línea del horizonte con
representaciones de arquitectura típicas de la Roma Antigua: dos arcos de
triunfo y en el centro un edificio de planta centralizada.
La composición es equilibrada y simétrica. El acontecimiento
central se revela inmediatamente al
espectador en la línea oblicua que forma Cristo con San Pedro arrodillado,
acentuado con la llave en el mismo eje que el edificio de planta central del
fondo. Las figuras acompañantes se equilibran
unas a otras sin rigidez. En esta composición se basaría su discípulo Rafael
Sanzio para realizar los desposorios de
la Virgen
Armonía
en el color, sin estridencias, con predominio de los cálidos.
Luz
diáfana, cenital que envuelve todo.
El
espacio es una plaza ideal según los
principios urbanísticos renacentistas que en realidad no llegaron a aplicarse.
Le sirve para aplicar los principios de
la perspectiva geométrica. Igualmente le da solemnidad a la composición, donde
las figuras se mueven con elegancia.Tampoco son muy reales las figuras de menor tamaño que, en líneas rectas y
paralelas a la superficie van acentuando la fuga de las baldosas en esa plaza
ideal, están más lejos, pero los contornos no están difuminados, como ya lo hacía Verrocchio, y luego lo perfeccionará
Leonardo.
Según Vasari , Perugino, con ese sentimiento
ideal de la realidad, dotó de serenidad,
candor poético y elegancia a sus figuras.
Perugino,
de joven, trabaja con Piero della
Francesca en Umbría y con Verrocchio en Florencia. Estableció un taller
en Perugia, de ahí el sobrenombre. En sus años juveniles, influido por della
Francesca, sus obras tienen un acentuado sentido geométrico como Las
historias de San Bernardino, pero pronto alcanza un estilo personal caracterizado
por la armonía y dulzura de sus
tipos y por su encanto poético, rostros dulces y lánguidos que se ven en las primeras obras de Rafael, así como tipos y posturas elegantes.
Por eso Perugino que según Vasari “era
hombre de poca religión “se convirtió en uno de los más apreciados pintores
de temas religiosos.
El papado, desde finales del s XV quiere dar
esplendor cultural y artístico a Roma como cuna de la cristiandad y llaman a los
artistas más afamados de Italia. La fama del Perugino llegó a tal extremo que fue llamado a
Roma por Sixto IV para decorar algunas
de las paredes de la Capilla Sixtina, una de ellas la que nos ocupa. También
había pinturas suyas en la pared del fondo de la misma capilla que Miguel Ángel
tapó al pintar sobre ellas, unos cincuenta años más tarde, los frescos del Juicio Final
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