Leonardo da Vinci
La
virgen de las Rocas 1483-1486.
(La Virgen con el Niño, San
Juanito y un ángel)
Óleo sobre tabla; 1,99 x 1,23 m.
París, Louvre.
Originalmente para una
capilla en San Francisco el grande en Milán.
Esta composición tuvo mucho
éxito y tanto artistas italianos como extranjeros hicieron copias de ella.
Fijarse en el escorzo de la mano de la virgen.
Existe una segunda versión (1495-1508) que está en la
nacional Gallery, Londres., pintada
para sustituir al cuadro originario en
la misma capilla de Milán. El ángel, ensimismado, deja de señalar a San
Juanito, los colores son más fríos y la luz que se ve al fondo de la cueva es más clara; las plantas también son
diferentes, se distinguen los narcisos, en la primera hay lirios. Buen
observador de la naturaleza.
Existen dos versiones de esta
obra, una de ellas se encuentra en el Museo del Louvre (París, Francia) y la
otra en la Nacional Gallery (Londres, Gran Bretaña). La primera
parece ser la original de Leonardo, mientras que la segunda fue
realizada, al parecer, por un discípulo suyo. Esta pintura la hace en 1483
durante su estancia en Milán, en la corte de Ludovico el Moro, donde realizó múltiples actividades tanto
como pintor, escultor, inventor, ingeniero,…Se trata de un óleo sobre tabla
encargado al pintor por la Cofradía de la Inmaculada Concepción de la iglesia
de San Francisco, para figurar como parte de un tríptico completado por Ambrosio
de Predis, pero por su belleza fue incautada por Ludovico el Moro, por ello la
Cofradía hubo de conformarse con una segunda versión realizada por un discípulo
de Leonardo, que lo realiza bajo la dirección de su maestro. En el siglo XVII
la tabla auténtica estaba en poder de los reyes de Francia, de ahí su actual
ubicación.
La escena representa a la
Virgen con el Niño en ademán de bendecir, acompañado de San Juan orante y de un
ángel. La tabla nos muestra la escena como si de un arco de medio punto se tratara,
inserta en una naturaleza en la que las rocas crean una
perfectaarquitectura natural que adorna con las plantas que en ella surgen
y recibe vida a través del agua, que es también foco de luz. La composición es
una perfecta muestra del equilibrio clasicista que acabará imponiéndose en el
siglo XVI, sobre todo con las obras de Rafael, admirador de Leonardo. La
composición cerrada se enmarca en una pirámide, cuyo vértice superior
sería la cabeza de la Virgen, que está ladeada y oculta sus formas corporales
bajo amplios ropajes y que, en un perfecto escorzo extiende su mano sobre la
cabeza de su Divino Hijo. A la derecha de la composición, un ángel con las alas
desplegadas muestra al niño San Juan, al que la Virgen acoge con su otra mano
situado a la izquierda de la escena. El ángel se vuelve hacia fuera, buscando
una relación con el exterior del cuadro. El Bautista, en posición orante, rinde
adoración al Mesías (en la de la Nacional Gallery, lleva una vara con una
cruz). Como buen hombre del Renacimiento, la pureza de los Niños queda
manifiesta por su desnudez, y por la luz emanada de sus cuerpos. Es
característico de Leonardo el uso de un doble foco de luz, uno principal, que
vendría de fuera, y otro secundario, en el interior, que recorta las figuras sobre
el fondo.
Contrasta el uso de colores
fríos (azul, verde) y cálidos (naranja, marrones) que dan vitalidad a las
personas y acercan los objetos. Utiliza la técnica del claroscuro en
la que la luz es creadora de sombras y mediante la perspectiva aérea disecciona
el espacio en tres puntos, dos en los lados del horizonte y otro
hacia abajo.
Las figuras están llenas de
un profundo simbolismo logrado por la técnica del esfumato, entendido
éste como la capacidad simultánea óptica y pictórica de anteponer
entre el que mira y las formas, el velo inmaterial aunque perceptible de la
atmósfera. Para Leonardo la luz no se concibe como una gradación paulatina de
colores en tonos distintos, sino como una lenta fusión del negro y del blanco,
dando lugar a su característico claroscuro. Así el esfumato, logra crear
una superficie suavemente aterciopelada, que funde figura y ambiente y,
que además rodea el cuadro con un halo de misterio, aparte de fundir así figura
y paisaje, sin transiciones bruscas de luz, con lo que las sombras se
funden gradualmente y desaparecen los perfiles.
Las figuras de Leonardo
oscilan entre lo femenino y lo masculino, entre lo divino y lo terrenal. Su
realismo idealizado llega a una minuciosidad que nos recuerda a Van Eyck en
el tratamiento de las telas y, en especial, en las plantas.
Una interpretación de la obra:
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