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viernes, 18 de marzo de 2011

El Cristo yacente de Gregorio Fernández


Gregorio Fernández (1576-1636) ESCUELA CASTELLANA
Cristo yacente s XVII (1614)
Madera policromada
Convento de los Capuchinos. Madrid

Gregorio Fernández  es el máximo exponente del barroco castellano del siglo XVII. De origen gallego, se establece pronto en Valladolid, capital del reino durante el comienzo del reinado de Felipe III. , ciudad desde la que desarrolla una intensa actividad fomentada por la demanda de una amplia clientela, procedente tanto del medio popular como del culto (monarquía, nobleza, órdenes religiosas, cofradías...).
Fue un gran conocedor de su oficio, de gran calidad técnica. Llegó a tener  un importante taller. Con frecuencia el maestro proyectaba la obra y realizaba  los toques finales: Con él trabajaban  pintores, entalladores,  doradores. La abundante obra que realiza a lo largo de su vida refleja estilísticamente un proceso evolutivo que arrancando del refinamiento y la elegancia del manierismo cortesano  le conducirá paulatinamente hacia el naturalismo barroco que caracteriza toda su producción posterior.
El material utilizado es la madera (pino, cedro y nogal) con técnica de talla y policromada con la técnica del estofado, o bien colores, sin oro, y encarnaciones, tanto con temple como con  óleo.  Gregorio Fernández prefiere las carnaciones  mates, sin brillos por parecer más natural.
Fue creador de tipos de iconografía religiosa, el Cristo yacente exento como éste y otros santos, como Santa Teresa que sirvieron de modelos durante décadas.  Otras obras suyas: Ecce Homo, (ecir 460) La Piedad. También trabaja en retablos como en la escultura del retablo mayor de la Catedral de Plasencia.
El Cristo Yacente es una de sus obras más célebres, encargada por el duque de Lerma.
Su dominio del cuerpo humano, le conduce a detallar las anatomías matizando la dureza de los huesos, la blandura de la carne, la piel suave, magullada o herida. Trabajada con más realismo que las telas o la almohada donde reposa la cabeza. Aunque en este caso el cuerpo apenas está tapado. La `policromía del conjunto tiende  a que el espectador  centre la atención más en los signos de sufrimiento de Cristo. Regueros de sangre, magulladuras y moratones.
Para conmover la piedad y el sentimiento religioso de los fieles retorna a una expresividad que enlaza con el phatos helenístico, esta intensa expresividad la vemos en el rostro de Cristo muerto: boca entreabierta, dientes de marfil, ojos semicerrados, la cabeza inclinada. También el tratamiento de manos y pies, donde se ve el extremo sufrimiento, es de una gran fuerza expresiva.


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